domingo, 5 de diciembre de 2010

El comienzo del final


Siempre he sido apátrida, ciudadana del mundo entero, sin necesidad de reencontrarme con aquello que ha (o debe) de ser mi origen. Pero cada uno redescubre ese origen de una manera, en algún lugar, quizá está dónde nunca uno ha estado, o donde jamás estará...Y ese sentimiento de incertidumbre local me llevó a Heidelberg.
¿Qué es el Romanticismo, si no revolución, convulsión? Olvidemos por un momento a Bécquer y al resto de españolitos que convirtieron tal movimiento en un romanticismo de a pie, y centrémonos en el verdadero punto álgido del Romanticismo: A-le-ma-nia, o el espíritu y sentido de la vida a través de la libertad.
Cual romántica en pleno siglo XIX, parto de Valencia a Heidelberg a reconocerme en estos lares donde se gestó mi movimiento por excelencia y mi gran pasión: Goethe, Hoffman, Eichendorff, Hölderlin...incluso Liselotte von der Pfalz.
¿Preparados para sufrir el "Síndrome de Stendhal"? Yo...sí, esta vez sí. "Las grandes pasiones son enfermedades incurables. Lo que podría curarlas las haría realmente peligrosas" (Goethe).

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